
La sanluiseña tiene 32 años y es la actual Secretaria de la Mujer de la provincia. Además el presidente, nombró hoy a Victoria Tolosa Paz en el Ministerio de Desarrollo Social y a Kelly Olmos, en el Ministerio de Trabajo, informaron hoy fuentes oficiales. Conocé la semblanza de la flamante funcionaria.
La renovación de estos tres ministerios del gobierno fue el eje de las conversaciones que mantuvo el jefe de Estado este fin de semana en la Residencia de Olivos junto a sus colaboradores más cercanos, según pudo saber Télam de fuentes oficiales.
Luego de aceptar la renuncia presentada por Gómez Alcorta el viernes último, Fernández le agradeció la labor desempeñada y decidió realizar recambios en las otras áreas del Gabinete.
¿Quién es Ayelén Mazzina?
(Semblanza extraída de un artículo publicado por Vía País – septiembre de 2022)
Ayelén Mazzina Guiñazú tiene 32 años y es la actual Secretaria de Estado de la Mujer, Diversidad e Igualdad de San Luis. Se destaca no sólo por su fuerte personalidad para romper con la estructurada que ‘debe tener una mujer de política’ sino por defender su concepto de que el “amor humaniza la política” y deben coexistir.
“Siempre sentí que no pertenecía a este mundo, que era rara, que no era normal, que pensaba diferente”, expresó.
Luego, haciendo un recorrido de su vida, argumentó: “Tengo firmeza y seguridad de los valores y el amor que me brindaron mis abuelxs (Nelly y Alberto), mi madre (Betty), mi papá biológico (Gustavo) y mi papá del corazón (Mauri). Eso me dio fuerzas para salir a la vida de otra manera. Con muchos miedos porque la sociedad aún hoy es compleja”.
“Nos acartonamos tanto que me genera una revolución de emociones hablar de mi vida personal. Claro hay que salir del lugar de confort, desvestirte y contarle al mundo que también fuiste y sos esto. A mí me encantaba jugar con mis muñecas (que hasta el día de hoy están guardadas en cajas), tomábamos el té con mi abuela, jugábamos al tejo, a la rayuela, cocinábamos juntas y cortábamos uvas del parral. Mi vieja (NdR: sus padres se separaron cuando ella tenía 6 años) trabajaba todo el día, salía del colegio y me iba a la casa de mi abuela materna, con quien pasaba mucho tiempo. Era el lugar soñado en el que sentía que estaba a salvo de todo mal”, introdujo.
De adolescente, estuvo dos años con un chico oriundo de Mendoza, quien luego se fue a vivir a San Luis. Para las Fiestas de Fin de Año la invitó a conocer su provincia y en una noche de salida con amigos, visitó un boliche gay, donde las puertas del closet se abrieron para mostrarle la luz de libertad.
“A los 15 años conocí un pibe por internet. Él tenía unos meses más que yo, nos quisimos un montón. Con un grupo, salimos a un boliche gay con mi novio y el resto de las mal llamadas tortas solteras y sus novias. ¡Todo lo que me pasó cuando entré a ese lugar! Sentí que eso era lo que quería para mi vida: libertad, plumas, alegría, sonrisas, besos, espuma, cachengue, nadie miraba a nadie, éramos todes iguales”, relató.
Y se produjo el click. Ayelén luego contó el momento, en diálogo con su novio: “Aye yo de acá me voy’. Y yo le dije: ‘Yo me quedo’. Comencé a sentirme mal porque había alguien que me parecía interesante y era una piba del grupo. Al otro día me levanté con un dolor de estómago que no daba más, ansiedad, ganas de abrazar a alguien y no saber cómo contarlo. Me subí a un colectivo y fui a ver a mi papá que vivía en San Martín, Mendoza. En el viaje, saco el celular y, por mensaje de texto le escribo, a mi mejor amiga: “Tati, se que no lo vas a entender pero necesito que me leas: anoche me paso algo, creo que me gusta una chica. Pero en vez de enviárselo a su amiga, “se lo envié a él” dijo lamentándose por el error.

Posteriormente a eso, y una vez de regreso a San Luis, “cambié mi manera de ser, mi onda, el humor, empecé a jugar al fútbol y a hacer todo lo que en ese momento estaba mal visto. Pero vivía enojada, triste, quería ser tan torta como todas las que había conocido en ese boliche. Mi mamá me preguntaba porque me vestía así. Me pasaba horas llorando pensando en cómo haría para decirle a mi familia. Una tarde tomé coraje y le deje una carta a mi mamá antes de irme a la facultad que decía ‘sé que algún día vas a poder perdonarme creo que estoy embarazada’ y en la postdata le decía que era un chiste y que, en realidad me gustaban las chicas y que me había enamorado y que quería ser feliz”.
El mensaje no fue bien recibido por su familia, la cual es muy conservadora y católica. De hecho, entre sus anécdotas cuenta que, incluso hasta el día de hoy su abuela “le sigue pidiéndole a Dios que me cure del lesbianismo (se ríe)”, contó.
Sin embargo, y como el tiempo cura todo, halló la felicidad con el apoyo de sus seres queridos.
CÓMO FUE QUE SU ELECCIÓN SIRVIÓ EN SUS DECISIONES POLÍTICAS
“Siempre me sentí tan firme en mis decisiones y elecciones de vida que hasta me servían esas palabras para usarlas en los discursos y tratar de hacerles ver que el odio no nos lleva a ninguna parte y que lo que haga en mi cama no es lo que importa. A una persona heterocis no se la cuestiona en su sexualidad porque eso está dentro de lo normado y aceptado socialmente”, confió Mazzina.
También sostuvo que siempre tuvo tendencia de lograr una transformación social, desde “piba porque siempre hice tareas sociales y comunitarias. Cuando entendí que era lo que quería y que había herramientas para hacer cosas transformadoras empecé a caminar de otra manera. En mi interior sabía que podía lograrlo, pero sabía que en ese momento la sexualidad era un condicionante”.
Y “cuando pude expresar lo que quería para mi vida dejó de importarme lo que pensaran. Aprendí a consensuar, negociar, hablar y perder miedos y vergüenzas a las miradas externas”.
De allí que expresa un concepto claro que sintetiza su vida entera: “El amor humaniza la política, propone transformar realidades. Y la política al amor lo transforma. Para mí no hay política sin amor, y amor sin política”.
Fuente: Vía Pais
Facebook
Twitter
Instagram
YouTube
RSS