La enfermedad, que causaba estragos en la población infantil, habría provocado alrededor de un centenar de defunciones de niños en la pequeña localidad norteña a fines del siglo XIX
Al igual que ocurre ahora con el COVID-19, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en distintos lugares del mundo, la sociedad aguardaba impaciente que se descubriera alguna vacuna o remedio que permitieran combatir distintas enfermedades mortales como la viruela o el tifus… La difteria, por ejemplo, era una epidemia omnipresente y arraigada que anualmente causaba muertos, a veces por centenas.
La Dra. María Delia Gatica de Montiveros señala en su libro “Historia, tradición y testimionio de Luján” que “en los años 1894 y 1895 la villa de Luján sufrió el azote de una epidemia de difteria qué causó estragos en la población infantil. Sin antibióticos y sin otros recursos médicos que no fueran los de la homeopatía, el mal se propagó desde marzo de 1894 hasta octubre de 1895“.
Incluso, la reconocida escritora indica que en su familia se lloró la muerte de una hermanita de su madre, Matea Rosa Gatica, de 6 años, a quien describe como una niña rubia de ojos azules y muy bonita y dulce.
La difteria, ese verdugo de los seres más inocentes, no tuvo piedad con la comunidad. “Se cuentan más de 30 niños víctimas de la difteria entre marzo y diciembre de 1894 incluso a un adulto y casi 30 más hasta el mes de septiembre de 1895 con una adulta, aunque podrían ser más elevadas aún las cifras consignadas, porque el libro de defunciones no está bien llevado de modo que durante algunas semanas no hubo anotaciones y muchas están incompletas”, indicó en su momento María Delia Gatica de Montiveros, por lo que no es arriesgado suponer que se llegó al centenar de víctimas.
“Víctima de la epidemia fue también una hijita de Don Blas Correa y de doña Clementina Mayorga de nombre Clementina de 8 años. Don Benito Rosales casado con Liberata Rosales perdió tres hijos. Tres hijos perdió también dos Jesús Núñez”, describe tristemente el libro de la escritora lujanera.
Una de las pocas personas adultas de la localidad que falleció fue Deolira Perez, de 27 años, el 25 de marzo de 1895.
La difteria es una enfermedad que ataca sobre todo a los niños menores de 5 años y causa peor efecto a niños de 6 años. Es provocada por una bacteria llamada Corynebacterium diphtheriae, la cual secreta una toxina poderosa que provoca daños a los tejidos corporales. Los primeros síntomas de la difteria son similares a los de un resfriado común; incluyen dolor de garganta, pérdida del apetito y fiebre. Al avanzar la enfermedad, puede surgir el rasgo más notorio de la infección por difteria: una sustancia gris espesa, llamada seudomembrana, que puede propagarse por los tejidos nasales, amígdalas, laringe y/o faringe.
La seudomembrana se forma por productos residuales y proteínas relacionados con la toxina que secreta la bacteria. La seudomembrana se adhiere a los tejidos y puede obstruir la respiración.
La difteria se transmite de una persona a otra, por lo general por gotitas producidas al respirar. Una persona infectada, a menos que sea tratada con antibióticos, portará la infección de dos a tres semanas.
La toxina de la difteria puede viajar al corazón, músculos, riñones e hígado, y puede dañar estos órganos de manera temporal o permanente. Las complicaciones de la difteria pueden incluir miocarditis (daños al músculo cardíaco), neuritis (inflamación de los nervios, que puede causar daños a los nervios, parálisis, insuficiencia respiratoria y neumonía), obstrucción de las vías respiratorias e infección en los oídos.
Desde que se introdujo la inmunización efectiva, a partir de la década de 1920, las tasas de difteria han disminuido considerablemente en los países donde se aplican las vacunas. Sin embargo, la enfermedad sigue presente a nivel mundial.
¿Cómo se previene?
La herramienta básica para la prevención de esta enfermedad es la vacunación que se otorga en cada etapa de la vida. También el sistema de salud debe estar atento ante la posible aparición de casos para limitar su diseminación en los no vacunados.
Vacuna Pentavalente
El Calendario Nacional de Vacunación contempla la vacunación con la quíntuple celular o pentavalente a los 2-4- y 6 meses de vida. Continúa el esquema a los 18 meses con la cuádruple, a los seis años con la triple bacteriana celular, a los 11 con la triple bacteriana acelular y cada diez años con la doble bacteriana. Todas estas vacunas contienen el componente antidiftérico que proporciona las defensas necesarias para no contraer la enfermedad.
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