
Fue familia antes que equipo. Fue identidad antes que escudo. Fue gloria. Fue símbolo de una época. Una escuela sin aulas pero con valores. El Club 4 de Junio cumple hoy 53 años y Norte Punano le rinde homenaje a una de sus leyendas vivas.
En el corazón de Quines, hay una historia que no se juega solo con una pelota: se juega con la memoria, con la identidad, con la emoción de un pueblo entero. Esa historia tiene nombre y fecha: Club 4 de Junio. Hoy cumple 53 años, y lo celebramos como se celebra a los grandes: con gratitud, con orgullo y con un nudo dulce en la garganta.
Porque el 4 de Junio no fue —ni es— solamente un equipo. Fue un símbolo. Una escuela sin aulas pero con valores. Una familia sin techo propio pero con raíces profundas. Un equipo que, aunque no tiene estadio, fue local en cada corazón quinense, y lo dio todo en cada rincón de tierra prestada: desde las canchas del Club Unión Quinense hasta la de Santa María.
En la década del ’70, aquel equipo escribió algunas de las páginas más gloriosas del fútbol local en la Liga Villadolorense. Lo dirigía don Héctor Mercado, acompañado por Alberto Godoy, y lo presidía Simón Robledo. Era un conjunto de hombres que jugaban con el alma: como Rubén Domínguez —el número 6— que defendía con firmeza y honor, o Julio “Talla” Robledo, Luis Britos, el siempre seguro Julio Reynoso y el experimentado José Arnaldo Cáceres, llegado desde Huracán de Mendoza.
Y cómo no recordar al gran capitán José Agustín “Rubio” Sosa, el número 5 que era brújula y bandera, o al letal Noel Domínguez, el 9 que supo convertir 5 goles en un mismo partido, acompañado por la efectividad asombrosa de Luis Robledo en los penales, que registraba un 88,8% de aciertos.
El “Pelado” Rosales en el arco, Sixto Garay dejando todo en la cancha, Carlos “Garrincha” Suárez desequilibrando rivales con su gambeta, José Leonte Nievas empujando siempre hacia adelante. Y una mezcla preciosa de juventud y experiencia: los hermanos Gatica —César y Darío—, Germán Iruela, Alfredo del Valle “Momia” Nievas, los Quiroga —Juan Carlos y Ricardo— y los Carrizo —R. y Jorge—, todos dando vida a una formación que aún hoy, a medio siglo de distancia, se pronuncia como una oración colectiva.
Aquel subcampeonato de 1971 todavía duele un poco, pero también se recuerda con amor. Porque ese equipo no solo jugaba para ganar: jugaba para dejar una huella.
Y lo logró.
Por eso, este aniversario no es solo un festejo deportivo. Es una celebración de la memoria, de la identidad colectiva, de lo que nos hace comunidad.
¡Feliz 53° aniversario, querido Club 4 de Junio! Gracias por tantos momentos inolvidables, por formar personas, por enseñarnos que en cada pase, en cada gol, en cada derrota y cada triunfo, también se escribe la historia de un pueblo.
Que sigan los abrazos en las canchas, las tardes de fútbol en familia, y el orgullo de vestir esos colores por muchas décadas más.

José Leonte Nievas; Sixto Garay; Carlos Suárez; Luis Robledo y Noel Domínguez

Hay historia. Hay futuro.
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