Oscar Leyes falleció el 7 de julio de 1978. Fue un personaje muy querido por los quinenses del cual se conservan diversas anécdotas y recuerdos.
Texto basado en un artículo confeccionado por Miguel Rosendo Ortiz (Maestro Bebby). Modificado y ampliado.
Oscar Leyes, “Muchango”, nació el 20 de octubre de 1919 y era hijo natural de Juana Leyes (oriunda de Candelaria).
Siendo muy pequeño fallece su madre quedando al cuidado de su abuela Lucila Fernández que con amor y sacrificio lo fue criando como a un hijo propio. Desaparecida esta, es su madrina, doña Ernestina de Domínguez, quien se hizo cargo de este niño, quien de la mano de Dios, siguió creciendo.
Asistió a la escuela Nº 49 de varones que en ese momento estaba en la esquina sureste de la intersección de las calles 25 de Mayo y San Martín. Cuentan que a “Muchango” no lo entretenían las clases y cuando se cansaba se retiraba diciendo “hasta mañana Señorita” sin que nadie lo detuviera. Iba a parar directamente a su casa ubicada en 25 de Mayo y Moreno para proveerse de su infaltable ración de pan.
La necesidad por este alimento tan importante para él como el agua y el aire, fue la característica que lo identificó para toda su vida.
Acostumbraba desayunar, muy temprano, mate cocido con pan y salía en busca de jarillas para la escoba o de leña para el fogón, encargos que hacía en su carretilla y llevaba a domicilio.
Infaltable a la hora de la CITA y de la COTIL (empresas de transporte de pasajeros del momento que tenían su parada en el Hotel Magnano, que hacía las veces de Terminal), ofrecía sus servicios para llevar el equipaje de los viajeros a sus domicilios con la carretilla. Cuando le preguntaban ¿cuánto le debo?, él no respondía. Si le daban una moneda él solo se despedía con un “Chau”, pero si le daban un pedazo de pan la devolución era una sonrisa; le propinaba inmediatamente un mordiscón y lo guardaba en el bolsillo.
Era común verlo en los bailes y fiestas populares, donde con sus sonoros aplausos manifestaba su alegría y euforia ante los distintos eventos. Al cine tenía entrada libre y cuando se demoraba la película o en el cambio de las cintas, él comenzaba a aplaudir y la gente lo acompañaba. Los ocurrentes, que nunca faltaron en nuestro pueblo, decían que al aplaudir él creía que decía “pan francés, pan francés”.
Su condición de “creyente”, también lo hacía partícipe de las misas dominicales, procesiones, casamientos, velorios y sepelios, porque él todo lo compartía.
Pasaron los años y en la década de 1960 el traslado de su familia adoptiva lo llevó a vivir poco más de dos años al Gran Buenos Aires, donde quiso continuar con su apacible vida pueblerina, lo que resultó imposible. Aquello era diferente pues su mundo estaba en otra parte.
Regresó a su Quines y esta vez doña Catalina de Arabel, esposa de su hermano de crianza, Lorenzo Arabel es quien lo adopta y le brinda techo, cama y comida.
En este momento de su vida Muchango presume con su “juguete” nuevo: Una hermosa bicicleta azul que usa y disfruta por todo el pueblo, trabajando y a veces paseando.
Sus lugares de preferencia eran los más céntricos: El Cine Astral, Club Unión Quinense, estación de ferrocarril, en las paradas de colectivos y por supuesto en las panaderías del Chofer (Sinibaldo Tobar), de Viale y de Alume.
La Dra. en historia Teresa Fernández Bengoechea en la presentación del libro Historias de Concarán y Quines estimaba que su edad psicológica era de aproximadamente unos 10 años, es por eso que los títulos utilizados para referirse al él fueron “Muchango, el hombre que siempre fue niño” o “Muchango… El amigo de todos”.
El 7 de julio de 1978 muere “Muchango” por una apendicitis tratada a destiempo, dejando los recuerdos de su paso por Quines. El acompañamiento de sus restos al cementerio fue impresionante.
Aún perdura en nuestras mentes el recuerdo tierno, grato, emotivo de aquel muchacho alto, desgarbado, que con su mirada buena, sonrisa franca y corazón noble, supo ganarse la amistad y el cariño de todos quienes le conocimos -dice Bebby en su relato al describirlo-.
En una de las pocas fotos del personaje, se lo ve a “Muchango” detrás de unos niños.
Casamiento de José Catalini con Ada Faniz García.
En la Antología de Escritores de Quines la Sra. Luisa Isaac escribe una poesía:
MUCHANGO
Sos el recuerdo
emotivo,
de tu figura
encorvada,
que por las calles
andabas,
contagiando
tu alegría;
Mientras tus
brazos acariciaban,
el manojo
de jarilla.
Todo el pueblo
te quería,
por que nunca
hiciste daño,
al amigo, ni
al extraño.
Chichí Macías
se inspiró
y te cantó,
una canción,
que, con dulce
voz entona,
la bella dama puntana.
¡Ay! ¡Muchango!
Sos, la reliquia querida
y el dulce recuerdo de hoy.
Igual que el Alto revuelo,
con su poética inspiración.
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Chichí Macías se unió en matrimonio con Héctor Lucas quien al conocer a Muchango, lo inmortalizó en una zamba que posteriormente fue grabada por otros artistas de la música. La canción:
A MUCHANGO (Zamba)
Con su boca cubierta de sonrisa
llevando a cuestas su cuerpo largo interminable
cargando en bicicleta atados de jarilla por encargo.
Su mente de niño no sabía
de odio, egoísmo, ni rencores
solo había alegría en su mirada
al recibir mendrugo de favores.
Tú, tú no te has ido muchango
personaje refranero y saltarín
Mientras exista en Quines nuestro pueblo
un jarillero, un inocente, un changarín.
Aún recuerdo los bailes en unión,
su mano dura cual madera
aplaudiendo a la orquesta improvisada
convirtiendo a cada músico en estrella.
Al cruzar la frontera de la vida
te acompañó todo el pueblo acongojado
te dio el último adiós con la certeza
que el Señor junto a Él te había llamado
Letra y Música: Héctor Lucas
Este artículo (como gran parte de la historia de Quines) se encuentra en el blog www.lahistoriadequines.blogspot.com
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