
Con una tesis calificada con 10, Camila Coletta se convirtió en la primera licenciada en Paleontología de la Universidad Nacional de los Comechingones, en Merlo. Su historia, que comenzó entre museos y películas de dinosaurios, hoy inspira a nuevas generaciones y visibiliza el valor de la ciencia hecha desde el interior del país.
Con serenidad y bajo perfil, Camila Coletta defendió su tesis de grado el viernes 13 de junio de 2025 en la Universidad Nacional de los Comechingones (UNLC). Horas más tarde, su nombre ya circulaba por redes sociales, canales de streaming, medios provinciales y nacionales. Es que su logro no fue menor: Camila se convirtió en la primera egresada de la carrera de Paleontología de la joven universidad con sede en Villa de Merlo, San Luis.
Nacida en San Rafael, Mendoza, su pasión por los dinosaurios surgió en la infancia, alimentada por visitas a museos y la magia del cine. En 2018, durante unas vacaciones en Merlo, se topó con un stand promocional de la UNLC en el Festival Valle del Sol. Aquella semilla germinó rápido: meses después se mudó con su madre a las sierras puntanas para comenzar a estudiar lo que más amaba.
Su tesis, calificada con la máxima nota, se centró en el estudio de vértebras de dinosaurios dromeosáuridos en comparación con aves actuales, con el objetivo de inferir aspectos sobre su alimentación y modo de vida. Trabajó con fósiles georreferenciados en Argentina, como Buitreraptor gonzalezorum (Río Negro) y Austroraptor cabazai (Neuquén). El trabajo forma parte ahora del acervo científico de la universidad y de su identidad como casa de altos estudios comprometida con el conocimiento vinculado al territorio.
Tras su defensa, el nombre de Camila fue mencionado por el reconocido paleontólogo y divulgador Martín Ezequiel Farina (@profe.hallucigenia) en LuzuTV, y protagonizó entrevistas en medios regionales y nacionales. Su historia resonó porque representa mucho más que un logro académico: muestra lo que es posible cuando la universidad pública abre caminos en el interior del país.
“Es una universidad joven, pero con mucha calidez. Sentís que no sos un número más, que cada paso cuenta”, dice Camila sobre la UNLC, a la que considera su segunda casa. Destaca los laboratorios, las salidas de campo a lugares como el Bajo de Veliz o Sierra de las Quijadas, y el compromiso de un equipo docente que acompaña con rigor y vocación.
Con los pies en la tierra, también advierte sobre los desafíos que enfrenta la ciencia argentina. “Tenemos uno de los patrimonios fósiles más importantes del mundo. Pero sin financiamiento, se pierde”, sostiene. Habla de recortes, fuga de cerebros y becarios que abandonan el país porque no pueden continuar investigando. Su mensaje es claro: estudiar dinosaurios no debería ser un milagro para alguien del interior, sino una posibilidad garantizada por políticas públicas sostenidas.
Camila Coletta ya dejó su huella en la historia de la UNLC. Y en su andar firme por la ciencia, representa el inicio de una nueva generación que mira hacia el pasado para construir futuro.
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