Este 14 de junio se cumplen 113 años del nacimiento de un hombre cuya huella aún late en las piedras, las calles, las memorias y hasta en los nombres propios de San Francisco del Monte de Oro. Se trata del Padre Luis Zupančič, aquel cura de voz pausada, mirada firme y alma inquebrantable que fue más que un párroco: fue un guía, un sembrador de fe, de valores y también de saber.
Nacido en 1912 en el pequeño pueblo de Gradišče, en la región tradicional de la Baja Carniola, centro de la actual Eslovenia, su nombre original era Lojzij Zupančič, pero en estas tierras puntanas bastaba decir “el Padre Luis” para que todos supieran de quién se hablaba. Era hijo de Antonio Zupancic y Francisca Pancar, y tras completar sus estudios en Filosofía y Teología en Ljubljana, inició un periplo que lo traería, como a tantos inmigrantes, a estas tierras del sur del mundo.
En 1944 ingresó al Seminario Diocesano de San Luis. Siete años después, el 19 de marzo de 1951 —día de San José— fue ordenado sacerdote por monseñor Emilio Di Pasquo. Primero lo destinaron a Renca, como vicario cooperador, pero su destino verdadero aguardaba entre sierras doradas.
Cuatro décadas junto al pueblo
En 1952 fue designado Párroco de San Francisco del Monte de Oro. Allí, en el corazón del Departamento Ayacucho, desplegó su misión pastoral durante 40 años, hasta 1992. Pero su labor no se quedó entre los muros de la iglesia: alcanzó parajes como Balde de Puertas, Pozo del Tala, Villa General Roca, Toro Negro, Nogolí, Estancia Amieva, Siempre Viva y Leandro N. Alem. La fe, a veces, llega a caballo.
El historiador local Prof. Mario Z. Camargo recuerda: “Supo conquistarse la admiración y el cariño de este pueblo, por sus virtudes de integridad, humildad y abnegación. Los que tuvieron la dicha de conocerlo lo evocan como un bondadoso pastor comprometido con su misión, la que cumplió con amor, perseverancia y vocación verdadera”.
Y esa vocación también tuvo lugar en las aulas: desde 1953 hasta 1982, el Padre Luis enseñó Filosofía y Psicología en la Escuela Normal Superior Sarmiento. Para generaciones enteras, fue tanto un sacerdote como un formador del pensamiento.
Entre los reconocimientos a su trayectoria, se destacan sus cargos como Párroco Consultor de la curia (1956-1968), Decano de la Zona Norte (1972-1982) y, en 1979, fue nombrado Capellán de Su Santidad Juan Pablo II.
El legado que perdura
Falleció en 1993, a los 80 años, pero su legado no se fue con él. Sigue vivo en las historias que aún se cuentan en las sobremesas sanfrancisqueñas, en la memoria agradecida de quienes lo conocieron y en los espacios que hoy llevan su nombre: un barrio, una calle y un club de fútbol lo recuerdan.
Quizás no haya mejor homenaje que ese: seguir nombrándolo en la vida cotidiana, como parte del entramado afectivo y espiritual de un pueblo que supo hacerlo suyo. Porque a veces, los que llegan de lejos terminan siendo más nuestros que nadie. Porque a veces, el acento extranjero se funde con la tonada local para hacer historia. Y porque, como el buen trigo, hay hombres que florecen lejos del suelo natal, pero echan raíces eternas.
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