Mañana es Navidad
¿Qué no se ha dicho ya sobre ello? Cuántos innumerables artistas, creyentes o no, no han podido resistirse a tratar de plasmar, de interpretar, pintar, y cantar a ese acontecimiento extraordinario de la historia.
En un momento determinado, Dios elige hacerse uno de nosotros, uno cualquiera. El Infinito decide nacer en un pesebre, adoptar un lugar determinado y una cultura, un idioma y costumbres. Penetra así en nuestra condición humana y la asume tal como es.
Jesús ha llorado, gritado, transpirado, ha sentido hambre, ha conocido la fatiga del trabajo, ha tenido sentimientos, se ha emocionado, se ha reído; por elegir ser hombre también experimentará después el rechazo, la traición y la muerte. Pero no es de eso de lo que habla la Navidad, sino de que en ese llanto, en ese grito, en ese pesebre está el Infinito Amor.
Mañana es Navidad.
Hay hambre, pero el hombre no vive sólo de pan; tenemos necesidades, pero si el amor está en el centro de nuestra vida lo necesario viene por añadidura; hay miedo e incertidumbre, pero también hay fe y esperanza; hay violencia y conflictos, pero el amor también puede alcanzar al enemigo; somos mortales, pero el amor vence hasta la muerte.
Mañana es Navidad.
Más allá de nuestra mucha o ninguna convicción religiosa, Navidad es, entonces, la fiesta de “la humanidad”. Una “provocación” cristiana a reconocer el inmenso valor del ser humano, su dignidad. Nos recuerda la necesidad de que la persona sea el punto de encuentro de toda cultura, de toda religión, de todo principio ético que inspire las reglas de nuestras comunidades; nos indica la finalidad del conocimiento científico, el fundamento del bien común; nos recuerda que la fraternidad que nos reúne como individuos, es la semilla de la interdependencia que debe estar en la base de la convivencia entre todos los pueblos.
Mañana es Navidad
Esta vez no habrá simulación de fiestas importadas. Las tarjetas no dirán frases de compromiso en postales repetidas ni los fuegos de artificio iluminarán en vano el cielo.
(Esta vez, hay gente que no va a poder pasarla con sus seres queridos debido al riesgo de contagio del coronavirus).
Esta vez la Navidad es propia, es tregua colectiva, es el nacimiento de un niño que llega empujado por la necesidad de todos.
(Se han atribuido más de 1,7 millones de muertes al virus en todo el mundo, y muchos siguen de luto o preocupados ante el rebrote del virus en varios países).
Es la espera de la ilusión que viene a ratificar que somos hermanos e hijos del mismo Padre.
(Mucha gente afronta las fiestas en medio de incertidumbre financiera, después de que las cuarentenas para frenar los contagios diezmaran las economías).
La gente lo sabe pero buscará el mejor recuerdo en el arcón de su memoria para el abrazo de la hora cero.
Es que los pueblos que sufren, hasta en las guerras respetan las fiestas del espíritu para imaginar la Paz.
El rostro de la criatura que llega con las facciones de Cristo tiene como nunca un parecido con lo que nos pasa.
El establo es más pobre que nunca y los pocos viajeros que se acercan guiados por la estrella esperan ver parir la luz.
Ojalá podamos entender la hora de la Natividad y hacerla carne de nuestra carne.
Ojalá podamos sacar lo mejor de nosotros y ponerlo al servicio de los demás, enseñar a los niños y las niñas con el ejemplo e instaurar en nuestros pueblos la energía positiva que una lazos entre las familias, amigos y vecinos…
Ojalá podamos ver en la cuna de Belén la oportunidad del que viene para estar mejor.
Ojalá tengamos una feliz Navidad, Norte Puntano.
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