Con una vocación descubierta en un giro del destino y una dedicación incansable, Lucas esta semana se convirtió en uno de los dos primeros médicos anestesiólogos formados íntegramente en San Luis. En esta charla exclusiva reflexiona sobre el orgullo de poder atender a los suyos en momentos críticos.
Hay personas que encuentran su vocación casi por accidente, y en ese pequeño giro del destino, descubren no solo una carrera, sino una forma de devolver a su comunidad todo lo que les ha dado. Lucas Pitetti, el primer médico anestesiólogo nacido en Quines, es un ejemplo claro de ello. Hace solo unos días, Lucas, junto a otros profesionales de la salud, completaron sus especializaciones y fue parte de un emotivo acto que marcó su ingreso al sistema de salud de San Luis. Sin embargo, este hito no es solo personal, sino un reflejo de lo que significa regresar al lugar donde todo comenzó, llevando consigo el conocimiento y la empatía de alguien que nunca ha olvidado sus raíces.
“Este es un logro que me llena de orgullo, no solo por haber terminado mi especialidad, sino por poder hacerlo aquí, en mi provincia, en San Luis.”, comenta Lucas con una sonrisa que no puede ocultar su emoción al saber que es el primer médico anestesiólogo nacido en su pueblo, Quines. Para él, cada paso de este viaje ha sido una mezcla de sacrificios, aprendizajes y gratitud, y eso lo refleja en cada palabra.
La historia de cómo decidió dedicarse a la anestesiología está marcada por la casualidad, como tantas grandes historias: “Al final de mi carrera en medicina, llegué tarde a una práctica quirúrgica. No me pude cambiar a tiempo para entrar a la cirugía, y ahí estaba el anestesiólogo, que me invitó a acompañarlo y a observar su trabajo. Fue un momento revelador. Me fascinó cómo un médico podía guiar a un paciente en ese proceso tan delicado de dormirse y despertarse sin sentir dolor. En ese instante supe que quería hacer eso el resto de mi vida“.
“Eso es lo que hoy me llevó estar acá tratando de ayudar a que una persona cure, sane o trate su enfermedad y vos puedas dormiria y despertarla y no sienta dolor. Eso es algo impresionante que a mi me impacta“, describe con fascinación.
Ese momento decisivo marcó el inicio de un largo camino. Cuatro años de residencia, jornadas interminables en quirófanos, noches sin dormir, todo por llegar a ser ese médico que no solo cuida del bienestar físico de sus pacientes, sino que también los acompaña emocionalmente en momentos cruciales.
La especialidad que eligió no solo le brindó la satisfacción de dominar una técnica compleja y esencial, sino que también le permitió conectar de una forma muy humana con sus pacientes. “Hay algo muy poderoso en ese momento previo a la cirugía, en esos 10 minutos en los que hablas con el paciente. A veces son personas de Quines o del norte puntano, y cuando descubren que también soy de Quines, la conexión es instantánea. Se relajan, hablamos del pueblo, de la familia, del Muro, del Zapallar y eso les da tranquilidad en un momento tan vulnerable“, explicó Pitetti, quien, gracias a esa empatía, genera confianza en sus pacientes.
Una de las anécdotas que más lo conmovió ocurrió durante su residencia: “Un paciente que me conocía, casi amigo podría decir, me pidió que no me moviera de su lado durante la cirugía y le tomara de su mano. Así que estuve a su lado por más de una hora, sosteniéndole la mano. Esas son las cosas que te hacen sentir que todo el esfuerzo ha valido la pena. Cada palabra de agradecimiento te hace dar cuenta que valieron la pena los seis años de la carrera de medicina, los cuatro años de la residencia de la especialización“.
Pero el desafío no es solo personal. Lucas y su compañero Emanuel Altamirano son los primeros médicos anestesiólogos formados íntegramente en San Luis, y eso es un orgullo no solo para ellos. “Juntos estamos marcando un antes y un después en la salud pública provincial“, afirma Lucas con humildad, pero con la certeza de que están construyendo algo importante para el futuro.
A lo largo de la conversación, Lucas se muestra siempre humilde, siempre agradecido. Reconoce que su éxito no es solo suyo, sino el resultado de un esfuerzo colectivo: desde sus instructores hasta los instrumentadores quirúrgicos que estuvieron con él en cada cirugía, todos han sido parte de su formación. “No puedo dejar de agradecer a la Asociación de Anestesia de San Luis y a todos los médicos de planta que me formaron durante estos años, desde mis instructores, médicos cirujanos que también nos ayudan dan una mano, bueno, instrumentistas, toda la gente del ámbito quirúrgico, que están el día a día con nosotros. Son ellos quienes me han guiado para llegar hasta aquí”.
Sin embargo, el agradecimiento más profundo de Lucas es hacia su familia. Visiblemente emocionado, mencionó el apoyo incondicional de sus padres y su pareja: “Mis viejos siempre estuvieron ahí desde que decidí estudiar medicina, nunca bajaron los brazos y siempre estuvieron ahí para mi. Y hoy, que ya tengo mi propia familia, quiero agradecer especialmente a mi novia y a mi hija. Durante estos cuatro años, mi pareja estuvo al pie del cañón, aguantando mis largas jornadas, días en los que no volvía a casa o solo llegaba para dormir unas horas. Ella fue mi sostén, y hoy le agradezco por estar siempre a mi lado”.
El orgullo que Lucas siente no solo se refleja en sus palabras, sino en los hechos. Cada día en el hospitaí Ramón Carrillo, uno de los centros de salud más avanzados de la provincia, en la Maternidad o en el Policlīnico, le permite devolver a su comunidad todo lo aprendido. Y lo hace con una dedicación absoluta, siempre buscando mejorar y seguir creciendo. “Es un privilegio poder atender a personas de todo la provincia y aún mas cuando llegan de mi pueblo en un hospital de alta complejidad. Poder ayudar y estar en esos momentos cuando una persona viene vulnerable, viene con mucho temor, donde viene con mucha ansiedad es importante estar ahī y ayudarlos. Eso me da un impulso extra, una motivación diaria para seguir devolviéndole a Quines todo lo que me ha dado“.
Y como un médico siempre comprometido con su comunidad, Lucas cierra la charla con una invitación abierta: “Siempre estoy disponible para lo que la gente necesite. Si alguien quiere consultarme, estoy aquí para ayudar de la mejor manera posible”.
Lucas Pitetti es, sin lugar a dudas, más que un anestesiólogo. Es un hijo de Quines, un profesional comprometido con devolver a su tierra todo lo que ha aprendido, y un hombre que nunca ha olvidado de dónde viene.
Tiene en claro que cada día en el hospital es una oportunidad para honrar sus raíces y hacer una diferencia real.
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